Esta es una historia muy popular, muchos dicen que es falsa.... Este final forma parte de una leyenda Urbana...A continuación, conocerán la historia:
Era en un estadio apoteósico, con las gradas todas llenas vitoreando maquinalmente el nombre de un jugador con la estampa de “diez”, el capitán de Japón. Él, se acomoda el chimpún entrelazando sus pasadores; un ajuste de lengüeta en el botín derecho para que el “Tiro de remate” no tenga desperfectos. Alista el cuerpo y la mente para vencer al Brasil de Santana en la final del campeonato mundial de fútbol…
…Toca bien. Sujeta el balón con destreza. Avanza por el verde infinito sorteando rivales de casaca rubia, ridiculizando al carioca con un sombrero antojadizo, fantaseando con la pelotita que es su mejor amigo. Oliver está acompañado por el incondicional Tom, el grosero Hyuga, Armand que va de seis, y Benji –entre otros- en la portería, para que se preocupe sólo del arco contrario…
…Pasaron las paredes con Misaki, los saltos pronunciados, atrás las barridas alevosas, las guachitas escurridizas, y llegó. El tiro que debe convertirse en gol, el tiro que practicó toda su niñez para este día, el día de ser campeón. Y apunta… el cuerpo hacia adelante, como un péndulo, paralelo al gras… los brazos abiertos planean como un halcón a pique… su derecha alza vuelo… y dispara… la pelota, hueva, se pierde en el cielo… se confunde con un blanco paz, un blanco que difumina el tiempo y el espacio… Despierta.
…”Mamá, soñé que le hacía gol a Brasil y ganaba la Copa del Mundo”… Una sonrisa ingenua y el mejor amigo al lado… Ella le abraza y consuela… Él, niño, yace acostado en una camilla, en un hospital… sin piernas…
Oliver Atom fue amputado por un rumor virulento de la Internet. Un desenlace alterno de la serie que reclama su autenticidad. Un supuesto final censurado en los medios por su efecto coercitivo y desgarrador, y que viene siendo el tema en boga por los afectados: toda una generación que creció alucinando jugar alguna vez como el capitán Tsubasa.
Recuerde, lector, el título del primer capítulo. “Un gran sueño”. Oliver, un poco más grande que una pelota de fútbol, sufre un accidente tras ser atropellado abruptamente por un camión. El balón le salva la vida (por eso lo del “mejor amigo”), pero no sus extremidades inferiores. Y sueña, sin sugerirlo, con todo lo sucedido en la serie, exhibido por única vez el 28 de Marzo de 1986.
Yoichi Takahashi jugó a ser Dios entre los años 1981 y 1989. Es el genio creador de la saga que protagoniza Oliver Atom y que secundan Benji Price, Tom Misaki, Steve Hyuga, y más. Empezó la idea en un manga de bolsillo con el fin de impulsar la práctica futbolística en el país nipón. Se publicó en la revista Shōnen Jump y tuvo un total de 37 volúmenes.
Era 1983 y la popularidad del comic no tenía precedentes. Fue entonces cuando, atraído ya por el Ánime, se bosqueja el proyecto de su realización para la pantalla chica, donde se estrenó el 13 de Octubre de aquél año bajo el nombre “Kyaputen Tsubasa” (Capitán Tsubasa). Posteriormente se exhibiría en España con el nombre “Campeones: Oliver y Benji”, y a Latinoamérica con “Supercampeones”.
Se transmitieron 127 capítulos (con una duración de 21 minutos cada uno) hasta el 28 de Marzo de 1986, día donde se conocería el supuesto primer fin de la serie japonesa que tenía a la selección de ese país jugando la final del mundial ante Brasil. En él, Oliver despierta de un sueño después de rematar al arco y se advierte que no tiene piernas. Acá es donde empiezan las conjeturas, a forzarse los hechos y regular las casualidades.
La crítica le habría bajado el dedo a Takahashi y se le exhortó arreglar otro final, con un “happy ending” gringo, o simplemente sin cercenar a una figura que alimentó nuestro deleite pelotero en la infancia. La censura irremediable provocó que su creador ideara dos finales más a la zaga de Oliver y compañía, sin muertos ni amputados, con ídolos y jugadores de verdad.
El final oficial, presentado sin tapujos y exportado al mundo, nos dibuja a un Japón campeón del mundo, imponiéndose tres a dos ante Brasil. El primer tiempo terminaría empatado, pero con el ingreso de Tom Misaki Japón logró ponerse adelante. Santana iguala y se van a la prórroga, donde Oliver con una jugada en el aire se encargaría de desnivelar el marcador, una vez más, y es campeón…
…Una consumación esperada, todos contentos. Era la estampa de la voluntad del espectador, y que Takahashi, necio, extralimitó con otro fin alterno: éste no tuvo censura pero se convirtió más en una pieza ‘caleta’ para el fanático obseso, pues no fue difundido por ni una cadena televisa en el país asiático. En él Japón cae derrotado en la final ante Brasil y el capitán Tsubasa, como en toda la serie, arengó a sus compañeros y los invitó a seguir entrenando para algún día ser campeones del mundo…
Son tres historias con diferentes caminos todas ellas. La serie se sigue emitiendo en la actualidad y escogió el sendero del Japón campeón. Tras esa línea, Oliver fue vendido al Barcelona –Cataluña- (Steve a la Juventus y Benji al Hamburgo) y disputó cuanto campeonato se le cruzó (Mundial de Corea-Japón 2002, entre otros). Conoció nuevos retos y nuevos rivales, uno más fantástico que el otro. Hasta se casa y tiene dos hijos con Patty, todo un ganador.
Era en un estadio apoteósico, con las gradas todas llenas vitoreando maquinalmente el nombre de un jugador con la estampa de “diez”, el capitán de Japón. Él, se acomoda el chimpún entrelazando sus pasadores; un ajuste de lengüeta en el botín derecho para que el “Tiro de remate” no tenga desperfectos. Alista el cuerpo y la mente para vencer al Brasil de Santana en la final del campeonato mundial de fútbol…
…Toca bien. Sujeta el balón con destreza. Avanza por el verde infinito sorteando rivales de casaca rubia, ridiculizando al carioca con un sombrero antojadizo, fantaseando con la pelotita que es su mejor amigo. Oliver está acompañado por el incondicional Tom, el grosero Hyuga, Armand que va de seis, y Benji –entre otros- en la portería, para que se preocupe sólo del arco contrario…
…Pasaron las paredes con Misaki, los saltos pronunciados, atrás las barridas alevosas, las guachitas escurridizas, y llegó. El tiro que debe convertirse en gol, el tiro que practicó toda su niñez para este día, el día de ser campeón. Y apunta… el cuerpo hacia adelante, como un péndulo, paralelo al gras… los brazos abiertos planean como un halcón a pique… su derecha alza vuelo… y dispara… la pelota, hueva, se pierde en el cielo… se confunde con un blanco paz, un blanco que difumina el tiempo y el espacio… Despierta.
…”Mamá, soñé que le hacía gol a Brasil y ganaba la Copa del Mundo”… Una sonrisa ingenua y el mejor amigo al lado… Ella le abraza y consuela… Él, niño, yace acostado en una camilla, en un hospital… sin piernas…
Oliver Atom fue amputado por un rumor virulento de la Internet. Un desenlace alterno de la serie que reclama su autenticidad. Un supuesto final censurado en los medios por su efecto coercitivo y desgarrador, y que viene siendo el tema en boga por los afectados: toda una generación que creció alucinando jugar alguna vez como el capitán Tsubasa.
Recuerde, lector, el título del primer capítulo. “Un gran sueño”. Oliver, un poco más grande que una pelota de fútbol, sufre un accidente tras ser atropellado abruptamente por un camión. El balón le salva la vida (por eso lo del “mejor amigo”), pero no sus extremidades inferiores. Y sueña, sin sugerirlo, con todo lo sucedido en la serie, exhibido por única vez el 28 de Marzo de 1986.
Yoichi Takahashi jugó a ser Dios entre los años 1981 y 1989. Es el genio creador de la saga que protagoniza Oliver Atom y que secundan Benji Price, Tom Misaki, Steve Hyuga, y más. Empezó la idea en un manga de bolsillo con el fin de impulsar la práctica futbolística en el país nipón. Se publicó en la revista Shōnen Jump y tuvo un total de 37 volúmenes.
Era 1983 y la popularidad del comic no tenía precedentes. Fue entonces cuando, atraído ya por el Ánime, se bosqueja el proyecto de su realización para la pantalla chica, donde se estrenó el 13 de Octubre de aquél año bajo el nombre “Kyaputen Tsubasa” (Capitán Tsubasa). Posteriormente se exhibiría en España con el nombre “Campeones: Oliver y Benji”, y a Latinoamérica con “Supercampeones”.
Se transmitieron 127 capítulos (con una duración de 21 minutos cada uno) hasta el 28 de Marzo de 1986, día donde se conocería el supuesto primer fin de la serie japonesa que tenía a la selección de ese país jugando la final del mundial ante Brasil. En él, Oliver despierta de un sueño después de rematar al arco y se advierte que no tiene piernas. Acá es donde empiezan las conjeturas, a forzarse los hechos y regular las casualidades.
La crítica le habría bajado el dedo a Takahashi y se le exhortó arreglar otro final, con un “happy ending” gringo, o simplemente sin cercenar a una figura que alimentó nuestro deleite pelotero en la infancia. La censura irremediable provocó que su creador ideara dos finales más a la zaga de Oliver y compañía, sin muertos ni amputados, con ídolos y jugadores de verdad.
El final oficial, presentado sin tapujos y exportado al mundo, nos dibuja a un Japón campeón del mundo, imponiéndose tres a dos ante Brasil. El primer tiempo terminaría empatado, pero con el ingreso de Tom Misaki Japón logró ponerse adelante. Santana iguala y se van a la prórroga, donde Oliver con una jugada en el aire se encargaría de desnivelar el marcador, una vez más, y es campeón…
…Una consumación esperada, todos contentos. Era la estampa de la voluntad del espectador, y que Takahashi, necio, extralimitó con otro fin alterno: éste no tuvo censura pero se convirtió más en una pieza ‘caleta’ para el fanático obseso, pues no fue difundido por ni una cadena televisa en el país asiático. En él Japón cae derrotado en la final ante Brasil y el capitán Tsubasa, como en toda la serie, arengó a sus compañeros y los invitó a seguir entrenando para algún día ser campeones del mundo…
Son tres historias con diferentes caminos todas ellas. La serie se sigue emitiendo en la actualidad y escogió el sendero del Japón campeón. Tras esa línea, Oliver fue vendido al Barcelona –Cataluña- (Steve a la Juventus y Benji al Hamburgo) y disputó cuanto campeonato se le cruzó (Mundial de Corea-Japón 2002, entre otros). Conoció nuevos retos y nuevos rivales, uno más fantástico que el otro. Hasta se casa y tiene dos hijos con Patty, todo un ganador.
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