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domingo, 25 de diciembre de 2011

Issei Sagawa, el caníbal japonés.


Issei Sagawa nació un 11 de Junio de 1949 en un Japón desolado y hambriento tras la guerra. Pese a nacer en el seno de una familia de empresarios acaudalados, en los primeros años de su infancia conoció muy de cerca la cultura de la “supervivencia” en su país. Era un niño pequeño y de aspecto débil y enclenque. El mismo se autocalificaría años después como: “pequeño, feo, con manos pequeñas y pies diminutos”.

Con tan solo cinco años, unas terribles pesadillas atormentaban al pequeño Issei todas las noches. En sus pesadillas se veía a él mismo en el interior de una enorme cacerola con agua hirviente. Trataba de huir, pero no lo conseguía y, lentamente se cocía dentro del agua hasta que alguien lo sacaba de allí, pero no para salvarlo, si no para devorarlo sin compasión.

Estas pesadillas infantiles lo traumatizaron profundamente y fueron la mecha de sus posteriores actos caníbales.

Sagawa tenía dos grandes pasiones, el Sushi y las mujeres occidentales. Le volvían locos aquellos cuerpos esculturales que veía de vez en cuando por las calles de Tokio. Altas, rubias, esbeltas… pero lo que más idolatraba era su piel… su piel blanca, suave y tersa. No lo podía resistir y no tardó en trazar un plan para poder estar rodeado de esas mujeres con las que el soñaba.

A finales de los setenta, la empresa familiar del padre de Sagawa ya había recuperado el poderío económico perdido en la guerra e Issei había disfrutado de una juventud bastante cómoda. Era un tipo inteligente y se había licenciado en literatura, aparte de ser todo un experto y amante del arte en casi todas sus variantes. Su padre se puso más que contento cuando Issei le dijo que quería continuar con sus estudios en la Sorbona, y no dudó en financiarle todos los proyectos. De este modo, el joven Issei adquiriría excelentes conocimientos para heredar y dirigir la empresa familiar a su vuelta.

De este modo, a finales de los setenta Issei se matricula en Literatura comparada en la universidad parisina y por fin cumple su sueño de verse rodeado de esas pieles casi etéreas con las que ha soñado durante treinta años. Su gozo es tremendo, pero ahora que las tiene tan cerca necesita algo más, necesita tocarlas, olerlas… Quizá saborearlas con el mismo deleite con el que saborea su preciado sushi.

Y como caída del cielo, en 1981 conoce a Rennée Hartevelt, una joven Holandesa que cuadra perfectamente con su perfil. Alta, ojos claros, rubia, esbelta y con la piel más blanca y tersa que jamás ha visto. De tan solo imaginar el roce de su piel a Issei se le disparan sus más perversos sueños.



Rennée es una estudiante abierta y vanguardista, que hace poco ha llegado a París y no conoce a mucha gente. La joven encuentra en Sagawa a un amigo ideal, pues ambos comparten el mismo amor por el arte y la literatura. Durante unos meses, no queda teatro, parque o exposición que ambos no visiten en compañía, incluso en alguna ocasión se les ve bailar en alguna famosa sala parisina. Hasta que una noche, Issei decide ir un poco más allá e invita a Rennée a cenar en su casa.

Sushi, un poco de buen vino… música de fondo. El escenario está preparado para que Issei pueda acariciar por primera vez su piel soñada y, en mitad de la cena, con la excusa de ir a por un poco más de vino va hasta la cocina y retorna con una pistola y, sin pensarlo dos veces, apunta al largo cuello de Rennée y la mata de un certero disparo.

¡Por fin! El cuerpo desnudo de la joven holandesa yace en el suelo ante Issei, que lo contempla totalmente extasiado. Pero éste no tiene ninguna apetencia sexual ante tan bello cuerpo, más bien, su apetencia es gastronómica. Sin prisas, analiza todas las zonas del cuerpo y al final se decide por la cadera derecha… no sabe muy bien por qué, pero le parece la zona más apetecible en ese momento.

Aquí comienza el episodio más cruel de esta historia, Sagawa se lanza enloquecido hacia su segundo plato de la noche asestándole un tremendo bocado en la cadera, pero vaya, la falta de experiencia casi le hace dejarse algún diente en el intento. Tras el esfuerzo, tan apenas ha dejado unas marcas en la piel de Rennée. Analizando la situación, vuelve a la cocina y busca su mejor cuchillo. Ahora sí, lentamente va cortando pequeños trozos de carne que va comiendo con total placer y deleite. El mismo escribiría tiempo atrás en sus memorias: “la carne se deshacía en mi boca, como el sushi. Nunca pude pensar que esto fuera tan exquisito”.


Sin prisa, va cortando y comiéndose a su buena amiga hasta que ya no puede más y decide dejar el resto para más tarde. Durante varios días, el caníbal japonés se alimentaría casi exclusivamente del cuerpo de la holandesa hasta que considera que ya ha terminado con todas las zonas comestibles.

Introduce los restos que han quedado en un par de viejas maletas y busca un lugar donde deshacerse de ellas. Por la noche se dirige a un lago existente en los bosques de Bolonia, lugar verde de paseo y esparcimiento para los parisinos, y allí, lanza las dos maletas sin que nadie lo vea. Pero el lago tiene una profundidad demasiado escasa y, a los pocos días, una pareja que pasea por el lugar encuentra las maquiavélicas valijas, al ver que de una de ellas sobresalía una mano y un pie, avisan horrorizados a los gendarmes rápidamente. Otra versión afirma que un taxista lo descubrió mientras enterraba los restos en un parque. 




La policía no tarda mucho en cerrar el círculo de sospechosos del salvaje crimen, y cuando se presentan en casa de Issai, éste lo confiesa absolutamente todo con total frialdad.
A partir de aquí, se encadenan una serie de acontecimientos sin mucho sentido. Primero, tras la supervisión de tres psicólogos, Sagawa es tomado como demente y juzgado como tal, internándolo en la institución Paul Guiraud de París. “La estancia en aquel lugar fue horrible, allí estaban todos locos”, confesaría Sagawa. El nunca se consideró loco ni se hizo pasar por ello, sus actos siempre fueron voluntarios y en estado de total conciencia y lucidez.



Pasados unos meses, el segundo sin sentido del caso, Issei contrae una enfermedad, que no es más que una inflamación intestinal y que es diagnosticada por los médicos, ni más ni menos que como una encefalitis avanzada. El veredicto del equipo médico le vaticina unas pocas semanas de vida. El padre de Issei, hombre poderoso y con muchas influencias, consigue que el caníbal moribundo sea trasladado a Tokio, allí continuará recluido en una institución psiquiátrica de alta seguridad, pero por lo menos, morirá en tierra japonesa. El gobierno francés no se opone al traslado, pues al fin y al cabo, quedándole pocas semanas de vida, lo ven como un simple adelanto del trayecto.

De modo que Issei es trasladado al hospital Matsuzawa de Tokio. Y claro, como era de esperar, no muere. Ahora, el caníbal confesó se encuentra en una situación insólita, pues en Japón no tiene ninguna causa pendiente y en Francia se han retirado todas las causas contra él ante su inminente muerte.
Tras tan sólo cinco años de cautiverio, Issei Sagawa está libre de toda culpa y queda en total libertad. El caso de este hombre recorrió todos los rincones de Japón, pues él mismo nunca escatimó en ningún detalle de lo sucedido. Para él, comerse a Rennée fue el sumun del placer que un humano puede conseguir en la vida.

Cuando queda en libertad estalla la locura mediática en el país. El prestigioso dramaturgo Okawa, publicaría “Cartas a Sagawa”, relatando los tétricos hechos y vendería más de 300000 ejemplares un poco tiempo. El propio Sagawa escribiría tiempo después sus propias memorias con todo lujo de detalles tituladas “En la niebla”, donde reservaría más de cuarenta páginas para describir como dio cuenta de la pobre Rennée. Este libro fue todo un delirio en Japón vendiendo más de 200000 ejemplares en tan apenas un mes. Entrevistas televisivas, exclusivas, reportajes… el “padrino del canibalismo”, como se le conocería en aquel tiempo, se hace casi millonario explotando su terrible y cruel asesinato.
En algunos programas de televisión incluso se le trata como a un héroe, ironizando todos y cada uno de los pasajes de tan brutal asesinato. El morbo no queda en Japón, y entrevistas de Sagawa en televisiones extranjeras están a punto de crear verdaderos problemas diplomáticos entre Francia, Holanda y los países que emiten dichas entrevistas.
Sagawa ha publicado muchos más libros desde entonces, todos ellos relacionados con el canibalismo y en cierto modo, haciendo una clara apología de él. Todos ellos se han convertido en auténticos Best Sellers a nivel mundial. El más conocido “Me la comí por fetichismo”, es otra obra detallada de los sucesos descritos. En Japón está tratado como un escritor excepcional y, tras casi treinta años de aquellos sucesos, todavía sigue ganándose la vida gracias a ellos. Tambien expone sus obras pictóricas, en las cuales suele mostrar mujeres de piel blanca y cuerpos voluptuosos, y es un contertulio común en diferentes programas de televisión. Hasta llegó a aparecer en una película pornográfica.



Sagawa atribuye todos sus actos a aquellas pesadillas que le atormentaron de pequeño y que, como él relata, le llevaron a comerse a Rennée de modo casi obligatorio. 

sábado, 10 de diciembre de 2011

10 Curiosidades acerca del papel higiénico

1. Antes de la invención del papel higiénico se utilizaban materiales diversos: lechuga, trapos, pieles, césped, hojas de coco o de maíz. Los antiguos griegos se aseaban con trozos de arcilla y piedras, mientras que los romanos se servían de esponjas amarradas a un palo y empapadas en agua salada. Por su parte, los inuit optaban por musgo en verano y por nieve en invierno, y para las gentes de zonas costeras la solución procedía de las conchas marinas y las algas.

2. Los primeros en crear y usar papel higiénico fueron los chinos, quienes en el siglo II A.d.C. ya diseñaron un papel cuyo uso principal era el aseo íntimo. Varios siglos más tarde (allá por el siglo XVI), las hojas chinas de papel destacaban por su gran tamaño (medio metro de ancho por 90 centímetros de alto). Sin duda, estas hojas estaban en consonancia con la posición jerárquica de sus usuarios: los propios emperadores y sus cortesanos.

3. En higiene personal las clases sociales estaban bien delimitadas. Los antiguos romanos de las clases pudientes utilizaban lana bien empapada en agua de rosas, mientras que la realeza francesa utilizaba nada menos que encaje y sedas. La hoja de cáñamo era el más internacional de los materiales utilizados por los ricos y poderosos.

4. Joseph C. Gayetty fue el primero en comercializar el papel higiénico allá por 1857. El producto primigenio consistía en láminas de papel humedecido con aloe, denominado “papel medicinal de Gayetty’, un auténtico lujo para los más hedonistas. El nuevo producto, de precio prohibitivo, se comercializaba bajo un visionario eslogan: “la mayor necesidad de nuestra era, el papel medicinal de Gayetty para el baño’.

5. En 1880 los hermanos Edward y Clarence Scott comienzan a comercializar el papel enrollado que hoy conocemos. Una presentación en sociedad llena de obstáculos dados los muchos tabúes que rodeaban al nuevo producto. Por la época se consideraba inmoral y pernicioso que el papel estuviera expuesto en las tiendas a la vista del público en general.


6. Pero el papel de los orígenes no era el producto suave y absorbente de nuestros días. En 1935 se lanza un papel higiénico mejorado bajo el reclamo de “papel libre de astillas’. Esto nos hace deducir que lo habitual de la época era que el papel higiénico contara con alguna que otra impureza.

7. La importancia del papel higiénico en nuestros días es incuestionable, incluso el Gobierno de los Estados Unidos lo reconoció en 1944. El motivo de dicho reconocimiento fue: “su heroico esfuerzo en el suministro a los soldados durante la II Guerra Mundial’.

8. Dicha importancia llegó a ser estratégica en la Operación Tormenta del Desierto de la Guerra del Golfo y el papel higiénico usado militarmente. El verde de los tanques estadounidenses contrastaba demasiado con las blancas arenas del desierto y no se contaba con el tiempo necesario para pintar los vehículos. Se optó por envolver los tanques en papel higiénico como técnica de camuflaje de última hora.

9. De ser un producto denostado y vendido discretamente en la trastienda, el papel higiénico se ha convertido en el protagonista de pasarelas de moda, obras de arte y delicados trabajos de papiroflexia. Artistas plásticos de renombre como Christo, Anastassia Elias o Yuken Teruya han utilizado papel higiénico como material para sus trabajos. En el terreno de la moda, es célebre el certamen Cheap Chic Weddings Toilet Paper Wedding Dress Contest, que cada año reúne en Estados Unidos a las más originales propuestas de vestidos nupciales confeccionados con papel higiénico.

10. El papel higiénico tal cual lo conocemos hoy en día ha experimentado un gran desarrollo a lo largo de los cerca de 140 años que han transcurrido desde su invención. A la doble capa del papel (incorporada en 1942) se suman tecnologías punteras que tratan de mejorar la suavidad. La última innovación del producto supone incorporar lociónes de karité, un fruto natural con reconocidas propiedades cosméticas.

El caso poltergeist del anticuario “Baúl del Monje”

Los fantasmas del anticuario

Al final de la década de los noventa, en un anticuario de Madrid se produjeron una serie de acontecimientos de extraña explicación. Decenas de personas fueron testigos y sufrieron en sus propias carnes los fenómenos que allí acontecieron.


En una tienda de antigüedades de Madrid se producen fenómenos paranormales. Un anticuario de Madrid padece desde hace tiempo fenómenos paranormales en su local situado en la calle Marqués del Monasterio, en el distrito Centro de Madrid. Según declaró el propietario de la tienda, Noel, a una emisora de radio: “una de las cosas que más suceden es que se caigan objetos sin que nadie los toque. A veces se ven figuras, otras veces son ruidos, reales, y luego, sin embargo, no hay nada que los justifique”

Con estas palabras comenzaba Cristina Rovirosa, locutora de la cadena de radio Onda Cero, el informativo de las ocho de la tarde del 11 de febrero de 1999. Una redactora de esta emisora acababa de filtrar la noticia de los extraños episodios que se estaban produciendo en un comercio de la capital.

El grupo de investigación paranormal HEPTA y otros expertos en la materia no tardaron en personarse en el local para comprobar y realizar las investigaciones pertinentes sobre los fenómenos que allí sucedían.

Todo el local, abarrotada de objetos y antigüedades, desprendía un aura casi mística que trasladaba a otras época de la historia. Ángela, copropietaria del negocio, relataba los sucesos a los investigadores.
“Todo comenzó en marzo del pasado año, Noel me comentaba en forma jocosa – aquí hay fantasmas. Y efectivamente, comenzaron a pasar cosas”. Y es que desde que se pusieron al frente del establecimiento, situado en la madrileña calle Marqués del Monasterio, número 10, ya nada es normal en su vida diaria.

Ángela continuaba contando:

“Las lámparas comenzaron a moverse solas. Por ejemplo, los adornos cristalinos que cuelgan de ellas aparecían en otras habitaciones. Saltaban delante de tus ojos o directamente se rompían. Se abrían solos los grifos, a veces parecía como si se cayera una vajilla contra el suelo y muchas otras surgía un olor a podrido que se transformaba en un aroma a rosas increíble. Surgía por las habitaciones e impregnaba algunos muebles. Olía a pelo quemado dentro de uno de los armarios.”


Los fenómenos fueron aumentando en agresividad y frecuencia. Los primeros testigos de excepción fueron los alumnos de las clases de restauración que se imparten en la parte trasera de la tienda. Pero antes de que personas ajenas a ésta pudieran presenciar estos sucesos, Ángela, y especialmente Noel, vivieron experiencias extraordinarias.

“Estábamos un día organizando la tienda. Encima de la mesa teníamos un velón y de repente se encendió solo. En otra ocasión Noel tiró a la basura una cabeza de carnero porque parecía cobrar vida. Después de tirarla a la basura la encontramos en la puerta del local. A partir de ese día la hemos escondido.”

El estupor de los propietarios les llevó a contar a sus amigos más allegados lo que estaba ocurriendo.

“Había días que cerrábamos la tienda y veníamos a ver qué pasaba. Siempre a la misma hora se desencadenaban los acontecimientos. Estando con unos amigos en la salita principal comenzaron a caernos unos trocitos de madera como carcomida y húmeda.”

Al concluir el verano, la violencia aumentó de forma alarmante incluso ante los conocidos de Ángela y Noel.

“Recuerdo una noche que cerrábamos la tienda. Nos fuimos a cenar y volvimos para ver si había pasado algo. Cuando entramos, los vasos con agua que dejamos para mantener la humedad de la madera de los muebles salieron despedidos contra unas esculturas romanas”.

A partir de ese momento los incidentes empezaron a hacerse permanentes y los clientes comenzaron a presenciar las extrañas escenas.

“¡Tú no sabes qué vergüenza! […]. Llegaba un cliente, le enseñábamos algunas piezas y empezaban a caer objetos. Se iban despavoridos. Nos inventábamos mil excusas pero no podían creernos“.

Los fenómenos, con el tiempo, fueron reduciendo su intensidad hasta prácticamente desaparecer. Según se cuenta, anteriormente vivía en ese lugar un abogado que murió abrasado al provocarse un incendio por culpa de un cigarrillo en la cama. Los investigadores aseguraron que éste lance no tenía nada que ver con los sucesos de la tienda de antigüedades. Un típico caso de psicoquinesia espontanea recurrente, más conocido como poltergeist, producido probablemente por una de las personas presentes. Con la salvedad de que, según testimonios de vecinos y del propio conserje, durante las noches, con el local cerrado, se escuchaban charlas y ruidos como si allí hubiese alguien trabajando…

Hoy en día, todos los interrogantes continúan abiertos sobre lo que ocurrió en realidad en ese lugar.


jueves, 8 de diciembre de 2011

Sin aliento

31 de octubre de 1979 , víspera del día de todos difuntos. Como todos los años, Sara se dirigió al cementerio para visitar la lápida de su difunta madre. Era una chica tímida, cuya mirada transmite dolor y sufrimiento, pero sobre todo como una especie de miedo a lo desconocido. Sara estaba destrozada, ya que su vida precisamente no era de color de rosa, su conflictivo padre, que era un alcohólico empedernido y la extraña enfermedad que supuso la muerte de su madre cuando aún era una niña, hicieron de ella una chica solitaria y sin ninguna ilusión en la vida. Sus grandes pasiones, la lectura y la escritura, le ayudaban a sumergirse en un mundo entre lo ficticio y lo real, lleno de una especie de magia y fantasía hipnótica pero a su vez de una rotunda y oscura soledad y tristeza. Todo esto, junto a una muñeca de trapo que le regaló su madre antes de morir, y la compañía de su gato, hacían que Sara tenga una vida más llevadera. Pasaban las horas y empezó a escuchar voces que procedían de algún lugar de la casa. No daba crédito a lo que estaba sucediendo, esas voces le avisaban de un acontecimiento terrible. Sara estaba tremendamente asustada. Se encontraba sola, y las voces eran cada vez mas persistentes. Sólo pensaba una cosa, que todo era producto de su imaginación. Ya tanta era la curiosidad por saber qué se ocultaba en la casa que no esperó mas; y esa misma noche, noche de todos los difuntos, buscó ese lugar de donde procedían aquellas misteriosas voces. Subió por unas escaleras que conducían al desván y revolviendo cajas y más cajas, encontró un antiguo álbum de fotos. Con bastante inquietud Sara abrió aquel libro. Su sorpresa fue aún más grande cuando observó en aquel libro, fotos de ella por todas partes. Eran fotos hechas desde su nacimiento; conforme iba pasando las hojas, más sorprendida estaba. Las fotos que estaban viendo sus propios ojos eran fotos del pasado, pero también del presente; era como si cada momento importante de su vida estuviera contenido en esas fotos. Estaba perpleja y no se explicaba cómo podían estar en ese viejo álbum, fotos realizadas en ese mismo día en el cementerio. Conforme iba pasando las hojas se acercaba las últimas páginas. Con bastante nerviosismo, se dirigió a la penúltima página. Se quedó petrificada al verse en una fotografía de ella misma leyendo el libro en ese mismo instante. Estaba tan asustada que no podía creer lo que sus ojos veían. El reloj empezó a sonar, anunciando las campanadas de las doce de la noche. De repente, en la última campanada se escucha un chasquido en el fondo del pasillo. Sara se quedó en silencio, y muy asustada observó cómo la ventana del desván se abría por la fuerza del viento. De repente se apagaron las luces de la casa. El viento rugía sin cesar, y una voz que procedía del pasillo decía así: “Sara... Sara...” Era una voz profunda y tenebrosa, como si fuera de ultratumba. Asustada, encendió la luz y empezó a escuchar otra vez esa voz en el pasillo. Como si estuviera hipnotizada, se dirigió al pasillo, y de repente otra vez la luz volvió a apagarse. Las puertas se abrían y cerraban continuamente, era una situación realmente escalofriante. La luz no respondía, por lo que fue a encender una vela y su sorpresa fue aún mayor cuando al prenderla encontró al final del pasillo a un individuo encapuchado frente a ella: ¿Quién eres? ¿Qué quieres? Exclamó Sara. De repente aquel individuo encapuchado se levanta la capucha y avanza hacia Sara… ¡No puede ser! Grita ella. Era imposible lo que veían sus ojos. Su rostro quedo desencajado tras verse reflejada en la cara de aquel individuo. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo de arriba abajo. En un momento empezó a aparecer una niebla que se va espesando poco a poco. ¡Nooooooo...! Sara cayó desvanecida al suelo. A la mañana siguiente, la alarma saltó en el pueblo al encontrar un cuerpo hallado sin vida en las vías del tren, y junto a ella un álUna ráfaga de viento abrió con furia el álbum, hasta quedar la última página al descubierto, donde había una foto de ese mismo instante en la que ponía: “1 de noviembre de 1952 día de todos los santos. Atrapada en un mundo paralelo”. El cuerpo hallado era el de Sara Kelles. Las autoridades se quedaron impactadas ya que que la joven que habían encontrado había muerto en extrañas circunstancias 27 años atrás, según la documentación policial.

Amigas para siempre

Año de 1982. Alicia y Sara eran dos chicas, ambas de 15 años, e íntimas amigas desde la más tierna infancia. Vivían en el mismo barrio, estudiaban en el mismo instituto, iban a la misma clase... en fin, eran inseparables. Sin embargo, tenían caracteres muy diferentes. Alicia era alegre y extrovertida, mientras que Sara era muy tímida y callada.
Cierto día, Sara le propuso a Alicia:
- ¿Por qué no hacemos un juramento de sangre?
- ¿Qué?
- Mira, por si algún día perdemos el contacto, juramos que la que muera antes de nosotras dos, irá a avisar a la otra.
- Qué tontería, Sara, nosotras siempre estaremos juntas.
Ante la insistencia de Sara, y entre asombrada y divertida, Alicia al final aceptó la propuesta. Ambas se practicaron un corte con una navaja en el dedo índice de la mano derecha, y sellaron el pacto a la luz de unas velas.
Pasaron los años. Alicia había terminado sus estudios de derecho, tenía un buen trabajo, una casa preciosa y un marido y un hijo maravillosos. Hacía mucho que no veía a Sara, la amiga de su juventud, aunque a veces se acordaba de ella cuando se veía la cicatriz de su dedo índice. Al final, la vida les había llevado por caminos distintos y no habían vuelto a verse desde que acabaron el instituto.
Una noche, Alicia tuvo una horrible pesadilla: iba conduciendo, cuando de repente un camión invadía su carril y chocaba con su coche.  Se despertó empapada en sudor, y justo en ese momento, oyó llamar al timbre de la casa. Eran las 3 de la madrugada. Miró a su marido, que dormía profundamente a su lado, en ese momento, el timbre volvió a sonar con insistencia. Maldiciendo por lo bajo y preguntándose quién podría ser a esas horas, Alicia se levantó y fue a abrir la puerta.
Cuando abrió la puerta y vio a la mujer que estaba en el porche, abrió la boca,
totalmente anonadada. Aunque había cambiado bastante, la reconoció enseguida. Allí, terriblemente pálida, ojerosa y con una enorme herida sangrante en la cabeza, estaba su antigua amiga Sara.
- ¡Por Dios, Sara! ¿Qué ta ha ocurrido? Entra, te curaré esa herida.
- ¡Cuánto tiempo sin vernos!
Sara no se movió de donde estaba.
- He venido a cumplir mi promesa, Alicia. He muerto y vengo a decírtelo.
Alicia se quedó sin habla.
- Ya que la vida nos ha separado, estaremos juntas en la muerte. Te estaré esperando...- dijo Sara levantando el dedo índice. Acto seguido, desapareció. Alicia empezó a notar un dolor persistente en su propio dedo índice, al mirárselo descubrió que lo tenía empapado en sangre, como si se le hubiera vuelto a abrir el corte que se hiciera años atrás... Lanzó un alarido estremecedor y cayó desvanecida
al suelo. Al día siguiente, despertó en su cama y pensó que todo había sido un mal sueño. Encendió el televisor para desayunar, y lo que vio la dejó helada: la noche anterior, a las 3 de la madrugada, había habido un accidente de tráfico: un camión había chocado con un coche, y la conductora del mismo había fallecido en el acto.
A partir de aquél día, su vida se convirtió en un auténtico infierno. No comía, se olvidaba de recoger a su hijo en el colegio, no rendía en el trabajo... Y todas las noches tenía el mismo sueño, en el cual oía llamar a la puerta, y al abrir veía a Sara levantando el dedo índice y diciendo "te estaré esperando", tras lo cual siempre se despertaba con un dolor insoportable en su dedo lleno de sangre. Su marido no entendía lo que le estaba pasando, los médicos no encontraban ninguna explicación, y finalmente internaron a Alicia en un psiquiátrico. Allí no hizo sino empeorar, ahora en sus pesadillas veía a Sara junto a su cama. Una noche, un celador del psiquiátrico oyó un espantoso ruido de cristales rotos que provenía de la habitación de Alicia. Al entrar en la habitación vio que la ventana estaba rota, se asomó y vio a Alicia tirada sobre la acera en medio de un charco de sangre. Tenía una gran herida en la cabeza y a su lado, en el pavimento, alguien había escrito con su sangre: "AMIGAS PARA SIEMPRE".

Ese no soy yo

Jonathan era un hombre de naturaleza amable y su vida discurría entre su trabajo y su familia. Sus vecinos le tenían un particular cariño y casi todo aquel que le conocía le tenía por un buen tipo. Tranquilo, trabajador, un buen ejemplo para la comunidad. El 25 de enero de 1992 Jonathan llegó a su casa, y como era su costumbre estacionó su coche en frente de su casa. Luego de tomar sus cosas y asegurar el vehículo se dirigió con paso tranquilo a su hogar. Una sonrisa enamorada se dibujó en su rostro al llegar a la puerta, tras ella se hallaba lo que el más amaba en el mundo, por lo que abrió la puerta esperando la habitual bienvenida de los suyos. El silencio al ingresar en la vivienda le cayó como un balde de agua fría. No era habitual. Sus hijos eran pequeños y alborotadores y siempre hacían ruido cuando él llegaba. Sus sentidos se alertaron cuando de la cocina le llegó apagado un suave sollozo. Sintió un nudo en el estómago, algo no iba bien. Apurando el paso se acercó hasta el sitio desde donde provenía el ahogado sonido. Al ingresar sintió que su corazón se detenía y su respiración se atoraba en su garganta. En el piso, no muy lejos de la cocina, su mujer se encontraba degollada, la sangre bañaba sus ropas y formaban un grotesco patrón a su alrededor, sus ojos abiertos en sorpresa miraban al infinito, no mucho mas allá de ella pudo distinguir a Joaquín, su hijo menor, caído en medio de un charco de oscuro líquido, y en un rincón pudo ver a su niña, sosteniendo su pecho con manos ensangrentadas, la niña ya apenas podía mantener sus ojos abiertos y respiraba con dificultad. Presuroso fue hacia ella, quien le miró con  una mirada extraviada. -papá…-susurró en agonía- él aún está aquí…-su voz fue perdiéndose y pronto su corazón también dejó de latir. Una sombra a su izquierda le hizo incorporarse justo a tiempo de esquivar el cuchillazo. La pelea fue encarnizada, la adrenalina y el odio le dieron la fuerza que no tenía y en poco tiempo abatió a su atacante. No obstante luego de aquella hazaña el mundo se desdibujó a su alrededor y la inconsciencia le abrió los brazos. Despertó días más tarde esposado a una cama de hospital. Acusado de asesinar a su familia. Asesinato e intento de asesinato, alguien había sobrevivido a la trágica noche y le acusaba sin más. El juicio fue rápido y la sentencia devastadora. Nadie quiso oírlo, nadie creyó cuando durante el juicio él alegó que no era él. Que él no era él. El 31 de Julio del 2002, Jonathan transitaba el pasillo que lo llevaría al patíbulo, un sacerdote iba acompañándole mientras era escoltado por dos guardias. Al llegar al sitio de ejecución fue sujeto a la camilla y pronto conectado al sistema de agujas y cánulas que le llevarían a su fin. Segundos antes de perder la conciencia pudo ver por el rabillo del ojo a quienes presenciaban su ejecución, y allí en primer plano, sonriendo malignamente, pudo reconocer su propio rostro.